FARMACIA DE EIRAS PUIG



A punto de cumplir ciento treinta años la antigua farmacia de Enrique Eiras Puig, en la calle San Román conserva todo su encanto.



Este establecimiento abrió sus puertas el 22 de diciembre de 1876 y a pesar del paso del tiempo su aspecto apenas ha cambiado, tanto su fachada como en su interior. Su actual propietario optó por dejarla tal y como estaba y aún tiene en su fachada, en grandes letras, el nombre de su fundador que falleció en febrero de 1927.

Las puertas de la farmacia son las originales tal y como se puede comprobar en una pintura de la época que se conserva en el interior y en la que aparece la fachada del edificio. Todavía tiene las cerraduras antiguas y las llaves de grandes dimensiones.

A un lado del mostrador de madera y mármol que sirve para despachar los medicamentos aún se conserva una báscula antigua que se sigue utilizando y que también cuenta con un medidor de estatura.

Llama la atención una pintura en el centro del techo de la farmacia, en la que predominan los colores marrones y ocres que representa a una mujer semidesnuda acompañada de un grupo de ángeles y motivos florales y en donde figura la siguiente frase: "Ars cum natura ad salutem  conspirans". Se dice que la pintura es del propio farmacéutico Enrique Eiras Puig que ayudado de una vecina que sirvió como modelo, hizo la pintura que tan solo fue limpiada en una ocasión hace ya muchos años.

Sobre el pavimento de madera en el centro de la farmacia se sitúa una mesa de mármol y madera tallada también original. En esta mesa se elaboran los pocos medicamentos que en estos tiempos modernos fabrican los farmacéuticos y que en su mayoría son destinados a dolencias dermatológicas.

Pero, sin duda, son las originales estanterías las que llaman poderosamente la atención a clientes y visitantes. Realizadas en madera y pintadas en colores crema y azul muy suave, los estantes conservan en lo alto, frascos antiguos en los que se guardaban las materias primas para elaborar los ungüentos y fármacos de forma tradicional. En algunos todavía se pueden leer los nombres de distintos productos como bálsamo tolu, cáscara sagrada, jabón medicinal, polvo de regaliz u óxido de zinc.


Envases de cristal que servían para conservar aceites, extractos, alcoholes y tinturas continúan a la vista, como si se tratase de piezas de museo. Las pesas, los morteros y los instrumentos para elaborar los fármacos han pasado a ocupar un lugar en los estantes del establecimiento.


Antes contaba con tres puertas de salida, ahora son dos, la principal y la que da a la calle Figueroa. En la trastienda se sentaba el boticario y sus amigos, para sus habituales tertulias y para disfrutar de las partidas de cartas.

También recordamos que esta farmacia ha servido de plató cinematográfico en varias ocasiones.

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